Los radionucleidos pueden emitirse al medio ambiente cuando se emplean técnicas nucleares en la medicina y la ciencia, durante la explotación de las instalaciones nucleares y cuando se extraen o se procesan uranio, minerales metálicos, combustibles fósiles o fosfatos. Es de suma importancia limitar las emisiones de radiactividad al medio ambiente y asegurar el cumplimiento de las normas de protección radiológica establecidas.
En los últimos años se ha ido tomando conciencia de la vulnerabilidad del medio ambiente y la necesidad de protegerlo contra los efectos de los contaminantes industriales, con inclusión de los radiactivos. En consecuencia, el enfoque antropocéntrico tradicional de protección radiológica, que suponía que la protección del ser humano abarcaba también automáticamente otras especies, ha dado paso a una metodología más ecológica, que tiene en cuenta explícitamente la exposición de la flora y la fauna a la radiactividad y los posibles efectos en los recursos naturales.
Las políticas y los instrumentos jurídicos internacionales nuevos y en desarrollo son reflejo de ese cambio, del mismo modo que las normas de seguridad del OIEA, en que se han establecido objetivos adicionales para la protección del medio ambiente. Todo ello ha llevado a examinar el enfoque que se aplica actualmente para la evaluación y el control de los efectos de los radionucleidos. En particular, el OIEA ha emprendido en sus documentos de orientación más recientes el examen explícito de los posibles efectos en las especies no humanas, de conformidad con las recomendaciones formuladas por la Comisión Internacional de Protección Radiológica y en consonancia con la labor que llevan a cabo los Estados Miembros del OIEA que trabajan en ese ámbito.